Durante los pasados sanfermines, viendo el encierro en la televisión mi mente comenzó a crear, de manera automática, paralelismos entre este y el mundo de la empresa.
Al enfocar las cámaras de televisión el recorrido del encierro, previamente a que este comenzara, se veía multitud de personas que deambulaban dentro de su perímetro, habiendo determinado hacerlo de manera libre y voluntaria, conscientes de que ello entrañaba un alto riesgo. Algo que le sucede a cualquier persona emprendedora, en el momento en que decide dar el paso de formar parte de dicho colectivo.
Simultáneamente otro grupo de personas enardecidas cantaban un himno de batalla frente a la hornacina en la que se encuentra el Santo Patrón, similar a la ilusión que comparten los equipos de ventas de las empresas, cuando gritan al unísono “este cliente lo vamos a conseguir”.
Encendida la mecha del cohete que anuncia la apertura de la portalada tras la que se encuentran toros y cabestros, se inicia la carrera con una empinada cuesta que se asemeja a los primeros momentos de toda actividad empresarial, en la que todo resulta desconocido, rápido y complejo.
La curva de Mercaderes marca una línea divisoria entre los astados que la cogen sin caerse y los que se empotran violentamente contra una de sus esquinas. Hay estudios que indican que la mortandad de las empresas supera el 45% en su primer año de existencia.
Una vez enfilada la calle Estafeta, nos encontramos con todo tipo de actores, ya que mientras el número de corredores es mínimo, el de figurantes es enorme, sobre todo molestando apostados junto a las paredes, mientras que otros emplean todo tipo de acciones poco acordes con lo que se celebra: agarrando los cuernos, colocando las manos sobre los lomos o la cabeza del animal. Solamente ese minúsculo grupo de corredores en esencia intentan buscarse un hueco y hacer la faena que corresponde en dicho momento y lugar. De entre estos, hay quienes emplean la limpieza y el respeto a los demás, mientras que otros muchos consideran que la utilización de cualquier método (empujones, agarrones, etc.) justifica el fin que se persigue. Cualquiera que tenga experiencia en el mundo de la empresa, sabe perfectamente que todo lo expuesto en este párrafo es algo que sucede entre los emprendedores, ya que la fauna que lo compone es amplia y diversa, a la par que actúa de formas muy distintas y con diferentes criterios sobre lo apropiado de los mismos.
Desde los balcones que jalonan el recorrido, cientos de personas observan con detalle todo lo que sucede en el mismo, sacan fotografías, ruedan películas y comentan tranquilamente lo que se dirime en el campo de batalla. Esto, en el mundo de la empresa, tiene una similitud entre aquellas personas que cuentan con un puesto de trabajo cómodo y seguro, mientras que otras (las que participan activamente en el encierro como corredores) vienen a ser Autónomos desprovistos de la mayor parte de derechos y ventajas que tienen los contratos laborales del Régimen General.
Llegando al final del tramo de telefónica y próximos ya al callejón de entrada al coso taurino, los nervios se disparan, las carreras se apuran y los empujones superan, con mucho, los abrazos. Algo similar a lo que ocurre en toda empresa cuando se aproxima el cierre del ejercicio y se tienen que alcanzar los objetivos previamente establecidos en el plan de gestión anual, los cuales conceden los bonus o, por el contrario, amenazan la continuidad en el puesto de trabajo.
Es muy probable que la descripción anteriormente expuesta no sea compartida por algunas personas que lean este artículo, pero con ello no pretendía que todo el mundo lo apruebe, simplemente he redactado lo que yo opinaba al respecto. Porque al igual que sucede con los encierros, no todo el mundo los ve de la misma manera, ni siquiera entre quienes participan en el mismo.
Feliz verano 2019.
ÓSCAR HORTIGÜELA
Socio Director