En nuestra sociedad occidental, todo final de año se caracteriza por un resumen de lo que nos ha deparado el mismo, junto con una serie de predicciones sobre lo que está por llegar.
Pues bien, dentro de esa rutina, si algo caracteriza al recién estrenado 2019 es la INCERTIDUMBRE. Se dan todos los condicionantes para que ello sea así, a lo que se le suma un pesimismo por los hechos geopolíticos que generan unas sombras que nos terminan agarrotando.
Se dice que un optimista es un tonto que no se da cuenta de lo que está sucediendo alrededor suyo, lo cual sin duda tendrá su parte de razón, si bien siempre he considerado que un pesimista es alguien que se considera más listo que un optimista, pero que aun en el caso de que lo fuera, como no aporta nada para mejorar lo que critica, al final resulta absolutamente inútil.
Además, la abundancia de información está sirviendo para que la gente cada vez opine más sobre la misma (muchas veces sobre información viciada desde origen), pero en la práctica no ejerza las obligaciones individuales que comporta su condición de miembro de la sociedad, lo cual sería la única forma de cambiar el orden de las cosas.
Siguiendo con las comparaciones, veo la sociedad actual (compuesta por las personas más preparadas que jamás ha habido) como al deportista que se entrena en exceso para una prueba, lo que a la postre hace que fracase durante la misma. Acudimos a cientos de cursos y cursillos, vamos a charlas, leemos artículos y libros, asistimos a ponencias y sesiones de gurús de los que predicen lo que luego nunca sucede,…; pero, al final, no ponemos en práctica todo lo aprendido. Es como si fuéramos un saco sin fondo, al que llenamos de un contenido que no utilizamos para mejorar, primero de manera individual y, posteriormente, para el colectivo al que pertenecemos.
Por todo lo anteriormente expuesto, no considero oportuno iniciar el nuevo año recordando todo lo que debemos cambiar y mejorar. Todo ello lo sabemos y si no lo llevamos a la práctica es precisamente esto lo que tenemos que indagar.
Propongo iniciar el año liberándonos de la pesada carga que supone el pesimismo, el cual no deja de ser la disculpa para renunciar a llevar a cabo la acción que de cada uno de nosotros se espera y que nuestras obligaciones particulares y laborales exigen.
A partir de ahí, y emulando a Baltasar Gracián y su magnífico “lo bueno si breve, dos veces bueno”, que cada uno/a saque las conclusiones que considere oportunas y que actúe en consecuencia.
Desde OHR Feliz Año nuevo y no olvidéis que el cronómetro se puso en marcha el pasado día uno, de tal manera que lo que dejéis de hacer cada día, será algo que irá mermando las posibilidades de poder alcanzar vuestros sueños.
Óscar Hortigüela
Socio Director